Poemas
 De lo que soy (Raúl Gómez Jattin) 
En este cuerpo
En el cual la vida ya anochece 
Vivo yo 
Vientre blando y cabeza calva 
Pocos dientes 
Y yo adentro 
Como un condenado 
Estoy adentro y estoy enamorado 
Y estoy viejo 
Descifro mi dolor con la poesía 
Y el resultado es especialmente doloroso 
Voces que anuncian: ahí vienen tus angustias 
Voces quebradas: pasaron ya tus días. 
La poesía es la única compañera 
Acostúmbrate a tus cuchillos, 
Que es la única. 
Poema de los dones (Jorge Luis Borges) 
Nadie rebaje a lágrima o reproche 
esta declaración de la maestría 
de Dios, que con magnífica ironía 
me dio a la vez los libros y la noche. 
De esta ciudad de libros hizo dueños 
a unos ojos sin luz, que sólo pueden 
leer en las bibliotecas de los sueños 
los insensatos párrafos que ceden 
las albas a su afán. En vano el día 
les prodiga sus libros infinitos, 
arduos como los arduos manuscritos 
que perecieron en Alejandría. 
De hambre y de sed (narra una historia griega) 
muere un rey entre fuentes y jardines; 
yo fatigo sin rumbo los confines 
de esta alta y honda biblioteca ciega. 
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías, 
símbolos, cosmos y cosmogonías 
brindan los muros, pero inútilmente. 
Lento en mi sombra, la penumbra hueca 
exploro con el báculo indeciso, 
yo, que me figuraba el Paraíso 
bajo la especie de una biblioteca. 
Algo, que ciertamente no se nombra 
con la palabra azar, rige estas cosas; 
otro ya recibió en otras borrosas 
tardes los muchos libros y la sombra. 
Al errar por las lentas galerías 
suelo sentir con vago horror sagrado 
que soy el otro, el muerto, que habrá dado 
los mismos pasos en los mismos días. 
¿Cuál de los dos escribe este poema 
de un yo plural y de una sola sombra? 
¿Qué importa la palabra que me nombra 
si es indiviso y uno el anatema? 
Groussac o Borges, miro este querido 
mundo que se deforma y que se apaga 
en una pálida ceniza vaga 
que se parece al sueño y al olvido. 
El Puro No (Oliverio Girondo) 
El no 
el no inóvulo 
el no nonato 
el noo 
el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan 
y nooan 
y plurimono noan al morbo amorfo
noo no démono 
no deo 
sin son sin sexo ni órbita 
el yerto inóseo noo en unisolo amódulo 
sin poros ya sin nódulo 
ni yo ni fosa ni hoyo 
el macro no ni polvo 
el no más nada todo 
el puro no 
sin no 
Cambios de nombre (Nicanor Parra) 
A los amantes de las bellas letras 
Hago llegar mis mejores deseos 
Voy a cambiar de nombre a algunas cosas. 
Mi posición es ésta: 
El poeta no cumple su palabra 
Si no cambia los nombres de las cosas. 
¿Con qué razón el sol 
Ha de seguir llamándose sol? 
¡Pido que se llame Micifuz
 El de las botas de cuarenta leguas!
 ¿Mis zapatos parecen ataúdes? 
Sepan que desde hoy en adelante 
Los zapatos se llaman ataúdes. 
Comuníquese, anótese y publíquese 
Que los zapatos han cambiado de nombre: 
Desde ahora se llaman ataúdes. 
Bueno, la noche es larga 
Todo poeta que se estime a sí mismo 
Debe tener su propio diccionario 
Y antes que se me olvide 
Al propio dios hay que cambiarle nombre 
Que cada cual lo llame como quiera: 
Ese es un problema personal. 
Alba (José Luis Díaz-Granados) 
Para mi loca vida, al mediodía 
un día más día que todos el sol regó la lluvia
 y el alba al mediodía aún era alba,
 más sutil que un minuto transparente
 y más minuto que un océano eterno. 
Cisterna pura donde cabe mi ser entero, 
mar de rocío que me acaricia incesante, 
patria perenne de mi corazón, 
jaula donde descansa para siempre mi alma. 
Alba-luz, Alba-sol, Alba-marina,
Alba-día, Alba-siempre, Alba-del-alma, 
Alba hoy, Alba-azul, Alba-de-julio, 
Alba-amor, Alba-esposa, Alba-dormida, 
Alba-verso, Alba-única, Alba-mía. 
Navío, vasija, cueva, balandra de mis sueños, 
gaveta donde guardo todos mis pensamientos, 
cofre donde se esconde mi sonrisa, 
donde moran mis ansias y mis recuerdos.
 Alba, norte presente, norte eterno, 
carne mía, mi sombra, mi gemela, 
mi compañera loca, mi pulsera, 
mi mágico aposento, mi pequeño castillo, 
donde habita el amor definitivo. 
Leticia (Juan Carlos Galeano) 
El sol y las nubes juegan cartas para ver quién se queda con el mediodía. 
Las nubes ganadoras dejan caer peces y delfines en las calles de Leticia. 
(Si pierden, bajan a tomar el sol con los turistas). 
Los peces trabajan de taxistas y al anochecer suben a dormir en las estrellas. 
En los patios de las casas los delfines tocan sus guitarras y enamoran a las muchachas. 
El corazón ardiente de una nube dice que no puede competir más con el sol. 
Se emborracha y se tira con sus ropas al río. 
El sol trabaja todas las noches como tragacandelas del circo que viaja por el río 
y después se baña con los delfines y las muchachas.