quinta-feira, 13 de agosto de 2015

alfonso reyes..Monterrey, 1889-Ciudad de México, 1959



Para un mordisco

Propio camaleón de otros cielos mejores,
a cada nueva aurora mudaba de colores.

Así es que prefiera a su rubor primero
el tizne que el oficio deja en el carbonero.

Quiero decir (me explico): la mudanza fue tal,
que iba del rojo al negro lo mismo que Stendhal.

Luego, un temblor de púrpura casi cardenalicio
(que viene a ser también el tizne de otro oficio)

se quebró en malva y oro con bandas boreales,
que ni el disco de Newton exhibe otras iguales.

Es muy de Juan Ramón esto de malvas y oros,
o del traje de luces de un matador de toros.

Y no sé si atreverme, en cosa tan sencilla,
a decir que hubo una “primavera amarilla”,

con unas vetas verdes, con unos jaspes grises
en olas circunflejas como en el mar de Ulises.

¡Ulises yo, que apenas de Caribdis a Escila
-de un vértice a un escollo- saciaba la pupila!

Porque como es efímero todo lo que es anhelo,
el color se evapora y otra vez sube al cielo,

y ya sabemos que poco a poco se va
aun la marca de fuego de la infidelidá.

Y se acabó la historia. –Tal era la mordida
que lucía en el anca mi querida.

quarta-feira, 12 de agosto de 2015

Oscar Hahn

El hombre

Emergió de aguas tibias
y maternales
para viajar a heladas
aguas finales.

A las aguas finales
de oscuros puertos
donde otra vez son niños
todos los muertos.

quarta-feira, 5 de agosto de 2015

Benjamin Prado...


 EL DÍA EN QUE DEJE DE QUERERTE
Sé que llegará el día en que deje de quererte.
Todo será tan rápido:
primero pensaré que la vida se acaba,
 que nunca fui más lejos que al dejarte marchar;
después vendrá el olvido.
 Estos poemas hablarán todavía de nosotros
 pero de tí y de mí, ya no, ya nunca más.
Cuando África amanezca cubierta por la nieve
y en los cuadros de Goya luzca el sol.
 El día en que las águilas se vuelen de los dólares,
Pompeya se despierte de su sueño a la sombra del volcán,
entonces, sólo entonces dejaré de quererte.
El día que no acabe a las doce de la noche.
El día en que el cielo de Marte cubra el cielo
 o Raskolnikov salga de ‘Crimen y castigo’
a poner unas rosas en la tumba de Dostoievsky,
entonces todo habrá terminado, no te voy a querer.
Para hasta que eso ocurra,
 sólo tú y yo podríamos separarme de ti.