Hubo un tiempo en que no había
muchas cosas de qué
hablar,
para las fiestas uno
no tenía que vestirse de ninguna
forma especial,
llegada la oscuridad
uno corría
escaleras arriba, sin
peinarse y
sin colonia alguna,
la simple cara
gastada por el día
era la tarjeta de
invitación
más espléndida!
Eso fue cuando no había orden,
cuando no había
tiempo futuro sino
el tiempo reposado
que juega en los callejones
cerrados...
Cuando el tiempo nos buscaba
y no nos encontraba,
cuando había una pieza
de huéspedes para nosotros en cada casa, y allí
nos escondíamos de
nosotros mismos, como las joyas
en la noche de los
cajones...
Ahora la fiesta ha terminado, señores,
¡la fiesta terminó..!
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